Presentación de No hay luz más dolorosa que la que no puede apagarse, de Pablo Méndez

El próximo viernes 22 de mayo se
presentará la antología poética No
hay luz más dolorosa que la que no puede apagarse,
de Pablo Méndez, el acto se hará en la sede de Ediciones Vitruvio, Calle Menorca, nº 44
a las 19: 30 horas y podrá verse en
https://presentacionesdelibros.blogspot.com/.
El
gato de Maribel
Aún muy jóvenes, Maribel y Luis
llegaron al edificio en junio
o mayo de 1935, supimos
pronto que eran recién casados,
ella tenía el pelo rubio
y los ojos grandes e insólitos
de un color que siempre
parecía diferente,
al quedarse embarazada bajó
a decírselo a mi madre
y desde entonces, rezábamos
por ella en la oración de antes de acostarnos,
de nada sirvió, pues abortó
a las tres semanas y aquellos ojos
seguían siendo de un color
extraño pero esta vez muy triste,
tanto que mi hermano José,
que no pasaba entonces
los doce años, llegó a casa
con un gatito blanco y negro,
peludo y dulce, como un dibujo…
toda la familia subimos a dárselo,
nos recibió en camisón, y le puso
de nombre Mellis, que es Miel
en latín o dulce según se vea,
todavía lo estoy viendo volver
del patio, siempre limpio,
azulado y sombrío, con los ojos
de su dueña atardeciendo…
Lo peor vino después
ya en la guerra, su marido
se fue al frente y mi padre
estuvo tres semanas escondido
en la tipografía hasta que le ayudaron
a salir de Madrid. Nosotros
no fuimos a la guerra, yo y José
éramos demasiado jóvenes
y de mi hermano Esteban,
(sordomudo de nacimiento)
pensaron que era subnormal,
-él que fue todo inteligencia-.
Estaba prohibido rezar
o ir a misa y mi madre
recortó nuestras fotos
de primera comunión
y tiró a la basura
la Virgen del Carmen
que le regaló su abuela
al casarse, y eso que nosotros
sabíamos que no eran llantos
lo que hacía por la noche,
sino encubiertas oraciones
donde pedía por mi padre,
por sus hermanos aunque
ya los sabía muertos,
o porque terminara de una vez
aquel infierno que llenaba
de odio hasta los baldosines
de la cocina,
cuando nos quisimos dar cuenta
tuvimos que perseguir al gato
entrar a la fuerza en casa de ella,
quitárselo a empujones, y comérnoslo
como un misterioso y único manjar,
fue lo más tierno que comimos en tres años,
ahora ya saben porque no he vuelto
a probar la miel y tengo ese terror
por los gatos la guerra y el frenético
impulso que hace matar al ser humano.
No hay luz más dolorosa que la que no puede apagarse, antología, de Pablo Méndez. Ediciones
Vitruvio, poesia tatoo.

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